Claude Audran, Arabesque, 1704.
La nada, ¿puede ser expresada de manera significativa? La nada nunca puede ser un objeto, pero en tanto sujeto precede siempre y en todas partes a cualquier cosa. Cuando el lenguaje está reducido a los límites que fija la lógica de los objetos, la nada no puede ser expresada. El lenguaje debe estar libre de la sujeción a la lógica de los objetos. En la red de la lógica de los objetos no hay verdaderamente un sujeto y la distinción gramatical entre sujeto y objeto es confusa y engañosa. Porque ¿cómo se distingue el sujeto de una proposición ontológicamente del objeto lógico? Ambos son objetos. No sólo falla aquí el lenguaje; la lógica de los objetos no está en condiciones de expresar al sujeto ontológico. Si el lenguaje se viera liberado de esa lógica, quizá podría expresarse en él hasta el silencio.
Rodeado por la lógica de los objetos, Dios - si es que no se renuncia a él como nulo - queda sujeto a la soberanía de una idea; es evaluado como un valor entre valores. Todo aquel que valore a Dios como el valor más elevado o lo proclame como la idea suprema se hace culpable de la mayor blasfemia. Los superlativos que provienen de la esfera terrenal no adoran a Dios; lo profanan. Cuanto más alto se ubique a Dios en la escala de valores, más se lo profana. La teología, por lo tanto, nunca puede ser "natural"; pues en las relaciones terrenales ella no encuentra su punto de partida, sino su anti-tesis.
La nada como el sujeto ontológico es inmediatamente evidente por sí misma y no necesita de un fundamento. Sólo un "algo" puede ser objeto de una pregunta; la nada, en tanto sujeto, precede a todo. En cada "algo" hay una nada contenida como su fundamento; en cada "algo" que es sujeto ontológico la nada está implícita como sujeto. Toda investigación está dirigida a "algo" que debe dar prueba de sí respecto de la siguiente pregunta: ¿por qué hay algo y no más bien nada?
TAUBES, Jacob. Sobre una interpretación ontológica de la teología In.: Del Culto a la Cultura. Elementos para una crítica de la razón histórica. Madrid: Katz Editores, 2007. pp. 264-265.
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